Algunos universitarios recurren a clases de refuerzo.

No es que sean malos estudiantes. La universidad es un salto cualitativo en cuanto a la exigencia y los conocimientos. Una formación que no tiene nada que ver con la que el alumno ha recibido hasta el momento. Esto lleva a algunos universitarios a buscar clases particulares para reforzar las lecciones que han seguido en la facultad.

Llegar  a la universidad es un cambio importante. Acostumbrado a las clases en el instituto, en el que el profesor explicaba algunos conceptos y se dedicaba a aclarar las dudas de los alumnos, en un entorno cercano; de repente, el estudiante se sumerge en una clase más numerosa, impartida por un erudito en la materia, que se dedica a dar clases magistrales. Como si fuera una conferencia. Depende del profesor en cuestión, no hay tiempo para preguntas. El estudiante debe estar tomando apuntes en tiempo real, recogiendo en un folio en blanco todo lo expuesto, por medio de un sistema de abreviaturas, que en ocasiones solo él conoce.

Luego, en casa, o en la biblioteca, debe procesar sus apuntes. Comprenderlos, sintetizarlos y separar lo importante de lo secundario. Es la única forma de estudiar la materia. Sería un despropósito que se intentara aprender de memoria la clase que ha impartido el profesor.

Un recurso relevante que se utiliza en la universidad actual son los trabajos. Es una forma de valorar el nivel de compresión que los estudiantes están adquiriendo sobre la materia y un instrumento para aplicar los conocimientos generales. Suelen representar un porcentaje de la nota final del cuatrimestre. Más allá de la obligatoriedad de presentarlos, forman parte del método de estudio. No son las redacciones que se exigían en bachillerato. Los trabajos universitarios adquieren un carácter similar al de un ensayo científico o periodístico. Esto implica un nivel de investigación y una manera de exponer los datos en la que el estudiante no ha sido adiestrado o no se ha hecho de forma suficiente.

Este nivel de exigencia lleva a algunos universitarios a buscar una formación complementaria más allá de la que reciben en la facultad. Es una herramienta útil para poder encarar de manera efectiva la carrera. Es el caso de Alicia, que estudia Biología, y que nos cuenta que se ha apuntado a las clases de «La cuarta revolución», una academia universitaria de ciencias que imparte clases online por medio de videos grabados y directos en streaming. Gracias a estas clases – nos comenta Alicia- puedo enfrentarme sin miedo a asignaturas como matemáticas, física o estadística.

Estos son algunos aspectos que hacen interesante la posibilidad de recibir clases particulares de refuerzo, mientras estudiamos una carrera.

Las carreras más difíciles.

Cuando yo estudiaba en la universidad, las diplomaturas universitarias tenían una duración de 3 años y las licenciaturas de 5. Hoy, algunas universidades han compactado licenciaturas en 4 años, como derecho o historia; y han alargado ciertas diplomaturas, como enfermería. De todos modos, en muchas carreras la duración estándar es algo orientativo. Hay estupendos médicos que han terminado sacándose la carrera en 10 años y profesores de matemáticas que se licenciaron al cabo de 8.

En un artículo publicado en el blog de la plataforma de empleo indeed se señala que la dificultad de una carrera universitaria, en gran medida, es algo subjetivo. Sin embargo, existen una serie de criterios medibles que nos indican la complejidad de unos estudios. Estos son algunos de ellos:

  • Tasa de aprobados. El porcentaje de aprobados indica el nivel de exigencia y complicación de una carrera universitaria. A menudo, un mayor porcentaje de suspensos coincide con temarios extensos y exámenes complicados.
  • Nota media. Es la nota promedio que han sacado a lo largo de toda la carrera los alumnos de una o varias promociones consecutivas. Una nota media baja indica que la carrera es difícil.
  • Tasa de abandono. Es un hecho que no todos los alumnos que se matriculan en primero en una facultad van a terminar en ella su formación universitaria. Algunos de ellos cambiarán de carrera y otros abandonarán los estudios. La tasa de abandono también nos indica la dificultad de los estudios.
  • Nota de corte. Es la nota que se exige en la E.V.A.U., antigua selectividad, para matricularse en una carrera. Aunque existen otros factores, como los números clausus, la nota de acceso es un indicador del nivel de formación mínimo que se exige para que un alumno pueda seguir las asignaturas de una materia.
  • Vocación. Este es un criterio que no se puede medir, pero que tiene una incidencia real. Existe una desviación, desde mi punto de vista, errónea, de que los estudiantes se matriculen en aquellas carreras con mejores expectativas profesionales o en las que se obtenga una mayor retribución o estabilidad laboral. En mi época de estudiante se veía en informática y en ingeniería de telecomunicaciones. Eran carreras que tenían una alta demanda en el mercado laboral. Sin embargo, si a un estudiante no le gustaban los ordenadores, se le hacía complicado sacarse una ingeniería informática. Hay muchas carreras que requieren una vocación previa para estudiarlas. Son, por ejemplo, todas las relacionadas con la salud, incluida “veterinaria” y “psicología”, y las relacionadas con el arte y las humanidades.

Carreras de ciencias y carreras de letras.

Aparte de que estas carreras abordan campos distintos del conocimiento, implican dos formas de estudio diferentes. Mientras que las carreras de letras y las jurídicas se centran más en la memorización, las carreras científicas y técnicas requieren una compresión profunda de los conceptos y una capacidad para poder aplicarlos. En ambos casos, es necesario adquirir y desarrollar ciertas habilidades.

La revista «Psicología y Mente» nos habla en un artículo sobre un estudio que efectuó el neuro-científico japonés Hikary Takeuchi para explicar que el cerebro de un estudiante universitario de letras funcionaba de una manera distinta a como lo hace el de una carrera de ciencias.

El científico japonés efectuó un escáner cerebral M.R.I. a un total de 491 universitarios voluntarios que cursaban diferentes carreras. Su estudio estaba enmarcado dentro de la teoría de la sistematización de la empatía formulada por el psiquiatra británico Simon Baron-Cohen.

A raíz de sus investigaciones, Takeuchi concluyó que los estudiantes de ciencias desarrollaban una mayor cantidad de materia gris en la corteza media prefrontal y los de humanidades presentaban una mayor densidad de materia blanca alrededor del hemisferio derecho del cerebro.

Esto se traduce en que los estudiantes de ciencias desarrollan más el pensamiento abstracto y son dados a establecer leyes generales, mientras los estudiantes de letras cultivan más la empatía y la apreciación de las particularidades y los detalles.

Este estudio no deja de ser una investigación empírica, en el que se manejan datos científicos con los que no se pueden establecer leyes universales, pero nos da una idea de cómo el proceso de aprendizaje en un tipo de carreras y en otras es diferente.

Consejos para estudiar en la universidad.

Puesto que, como hemos dicho antes, la educación universitaria es cualitativamente diferente a la que el estudiante ha recibido a lo largo de su vida, es importante partir de una serie de cuestiones para afrontarla con éxito. Debemos tener en cuenta que la universidad, además de aportar conocimientos más o menos válidos para el futuro profesional, proporciona al alumno un pensamiento científico que se reflejará en otros aspectos de su vida. Esto requiere un cambio en la forma de estudiar y trabajar. Presento tres consejos que harán que este cambio sea más sencillo:

  1. Estudio constante y sistemático. Los que hemos sido estudiantes estamos acostumbrados a ver los maratones inhumanos que se pegan los universitarios en época de exámenes. Con varios días sin dormir o durmiendo muy poco. Sobreviviendo a base de café y bebidas energéticas. Se intenta estudiar en una semana, lo que no se ha hecho en 4 meses. Debido a la extensión de los temarios, es importante crear un hábito diario de estudio. Dedicar todos los días una o dos horas a repasar los apuntes y los temas anteriores.
  2. Sintetizar la información. La extensión de los temarios universitarios es considerable, tanto en los apuntes como en los libros de apoyo. Es imposible meter un tocho de cientos de páginas en la cabeza. El estudiante debe aprender a procesar la información. A sintetizar lo importante y a desprenderse de lo superfluo. Es la única manera de que pueda asimilar las materias. Acostumbrarse a hacer esquemas, lo más reducidos posible, nada más terminar cada tema, es un buen método.
  3. Hacer casos prácticos. Muchas carreras tienen asignaturas o temas de casos prácticos. Es la manera de aplicar los conocimientos generales a una situación concreta. Además de ser útiles para el futuro profesional, es una forma de asimilar los conceptos. Para ello, el alumno debe estudiar algunos y sobre todo realizarlos él y autocorregirse.

Para todo esto que hemos visto, no viene mal tener un apoyo externo. Si las clases de refuerzo han sido importantes en la enseñanza primaria y secundaria, para aprender asignaturas complicadas como los idiomas o las matemáticas, continúan siendo una herramienta interesante en la universidad.

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